Nuevamente ha vuelto, como versa la conocida canción "El Muerto Vivo", propia de una época anterior, los añejísimos 60's, no estaba muerto, andaba de parranda, el Famosísimo y Superior (como la Rubia) colaborador de CyberSquash, doctor emérito de la escuela de la vida regresa por sus fueros comentando que la madre de todos los deportes (y suponemos que el padre también) es el ocio.
Los invitamos a disfrutar de su épica e ilustrativa colaboración, en el único lugar donde podemos cubrir sus onerosos honorarios, es decir, aquí, en CyberSquash, venga pues:
Innumerables ocasiones hemos oído la frase que da título a estas reflexiones, si bien aplicada a ciertas costumbres nefastas, pero, al fin de cuentas tan propias de lo humano como lo puede ser el juego.
Cualquier forma de juego es producto del ocio y de la necesidad de diversión, que unidos han dado lugar a incontables formas de pasar el tiempo, dentro de los juegos se encuentran, desde luego los deportes, en todas sus modalidades y presentaciones
Para el caso que nos importa, es decir, el fantástico squash, y tomando en cuenta la información de la historia de su evolución, mucha de ella publicada en esta imperdible página, podemos realizar un ejercicio de imaginación y tratar de visualizar aquellos remotos principios de nuestro querido deporte.
Es claro que una vez que el remotísimo antecesor de los “squashistas” modernos, probablemente en Mesopotamia, Egipto o Grecia, se encontró por primera vez en posesión de una pelota, cualquiera que haya sido el material de manufactura y la hizo rebotar contra una pared, originó la primera y más simple forma de cualquier deporte moderno que usa estos dos elementos.
Aún en nuestros días en una de tantas variedades de los que se denomina en forma genérica “pelota vasca”, encontramos el frontón “a mano”, en donde los jugadores prescinden de cualquier ayuda externa y golpean la pelota a mano limpia.
Vale la pena anotar que en los pueblos prehispánicos de nuestro país se dieron también estos principios, que evolucionaron en forma diferente, si bien con carácter ritual y finales sangrientos, como podemos darnos cuenta en los innumerables “juegos de pelota” que subsisten en los sitios arqueológicos de las diferentes culturas.
Pero, continuemos con la evolución del deporte, e imaginemos a alguien que, “en sus ratos de ocio” se puso a reflexionar como jugar de manera distinta este simple rebote de la pelota contra una pared, lo más fácil fue echar mano de algún pedazo de madera, que poco a poco fue adquiriendo forma y medidas diferentes, pensemos en la actual pala y, porque no, en el bate de béisbol.
Parece que no es sino hasta el siglo XV, que aparece la raqueta de madera con cuerdas, tatarabuela de nuestras raquetas modernas, y faltaba más, las comenzaron a usar los monjes, que practicaban una especie de híbrido entre el squash, el frontón y el tenis.
En este punto debemos reflexionar que, donde si no, los seres humanos tiene tiempo para el sano ocio si no es en los monasterios, cárceles o internados, donde precisamente encontramos el origen de nuestro actual squash.
La detenida observación, hija natural del ocio y la innegable tendencia del ser humano a complicarse la vida, dio lugar al perfeccionamiento del juego, dotándolo de obstáculos, reglas y variantes del mismo, hasta que, fruto de los avances tecnológicos, en la segunda mitad del siglo pasado ocurrió el gran avance en los elementos que los conforman: la raqueta que evolucionó de la madera al grafito, titanio y demás materiales compuestos; los zapatos que se hicieron con mejores materiales, hormas específicas y características especiales para cada tipo de deporte y las pelotas que se fabrican igualmente con compuestos y tecnología de punta.
Al final, los principios básicos de su origen se mantienen, y solo podemos conjeturar cómo será el juego en el futuro y que pensarán de nosotros quienes se aventuren en las canchas de squash o lo que sean en que se conviertan.
Imaginó en sus momentos de ocio.
KAHN AVIS